BENDICIÓN
MAMÁ
Madre,
está lloviendo…
Como
no recordarte a cada instante
si
habitas en mi pensamiento…
Hace
poco fue mi cumpleaños
en
cada uno de ellos, qué ya son bastantes,
y
apenas saliendo el sol,
llegabas
silenciosa a mi habitación,
yo
me hacía el dormido
y dejaba la puerta medio abierta para escuchar
tú canto:
“Estas
son las mañanitas que cantaba el Rey David…”
tus
brazos en alto como también cantándole a Dios…
y
luego tú abrazo, acompañado de un beso,
y
las palabras:
“Que
el Señor te colme de bendiciones.…”
hoy,
la tristeza y tú recuerdo lo han convertido en lágrimas.
Madre:
que largos se hacen los escalones
Cuando
es solo tu recuerdo el que me acompaña…
…y
pensar que durante años,
además
del cansancio sin quejas,
llevaste
sobre tus hombros
la
ausencia de aquel viejo cumanés
que
pasaba noches enteras
sobándote
la espalda adolorida
del
trajín cotidiano.
Ahora,
que no te encuentro,
te
entiendo cuando me decías,
con
tu voz campesina:
“Sabes
hijo, anoche soñé con Domingo,
lo
vi un poco flaco… ¿será que no come bien?
…pero
aún conserva su pícara sonrisa,
le
hable de tus hermanos
y
les mandó su bendición.
…luego
hijo, se me fue alejando con la mano en alto
como
quien dice hasta pronto,
mientras
sus dedos dibujaban en el aire un corazón…”
Y en
tu conversa, tratabas de ocultar tu rostro
para
no mostrarme la lágrima
que
se paseaba por los pliegues de tus ojos.
Madre:
Como
me pesa tu ausencia
en
esta casa tan grande…
Hasta
hace poco hablábamos
sobre
el color de las paredes,
recuerdo
que te encantaban
el
marfil y el blanco;
en
cambio a mi me gustaban los verdes...
… y
hoy esas paredes
se cubren de moho
y se
escarchan por los sollozos
que
se anidaron en ellas.
Madre:
Que
inmensa es la soledad
en
esta solitaria casa…
Ahora,
en la mañana me levanto
como
sonámbulo,
persiguiendo
la fragancia
con
que inundabas de amor toda la casa,
bajo
las empinadas escaleras,
que tú
con tu paciencia,
subías
y bajabas todos los días;
abro
la puerta y me encuentro con una cocina vacía,
y el
polvo acumulado por tu ausencia
me
susurra:
“no,
ese aroma no es el café de tu madre”
…entonces
caigo en cuenta
que
el olor proviene de la vecina
que
sin querer
fabrica
mis lágrimas mañaneras.
Madre,
está lloviendo.
Que
triste es la tristeza
cuando
se hace permanente…
Preparo
un agua que apesta a café
y me
hago acompañar por ella,
voy
copiando la rutina de todos tus días:
abro
la puerta de los dormitorios
y
veo perfectamente las camas tendidas,
acobijadas
de polvo,
sin
el sudor de una arruga
que
indique el calor
de
un cuerpo amanecido.
Tus
armarios están vacíos,
tu
hermosa ropa de fiesta que cuidabas tanto,
se
fue de viaje…
Y
sonrío al recordarme de aquella gatita que parió en tu closet,
sobre
las sábanas limpias
tu
primera impresión fue de molestia
…y
terminaste cuidándola durante dos meses.
Madre:
Como
no atragantarme de sollozos
por
culpa de tu ausencia.
Bajo
hasta el patio para regar las plantas,
y
recuerdo lo común que era
discutir
sobre la belleza de tus flores.
…Y
todo porque a mí no me interesaban…
creía
que había otras cosas más importantes.
Me
recuerdo tu insistencia con las orquídeas
y mi
pretexto de no regalártelas
pensando
en lo costoso que eran.
…Que
triste es pichirriar el cariño.
Y hoy,
en un gesto tardío de “discúlpame”…
todas
las ventanas están llenas de ellas,
los
tiestos de flores se recuestan en cada uno de los escalones,
y lo
que es el patio, todas las mañanas se tiñe de fiesta,
retozando
los verdes con los rojos, los amarillos con las avispas,
y la
lluvia salpicando juguetona sobre sus tiesas hojas
haciendo
un suave murmullo
llenando
de arco iris el baile de las abejas.
Madre,
está lloviendo
Y estas
son tus flores.
Aunque
no estés para mimarlas, te las mimo yo,
Aunque
no consigas acariciarles sus pétalos, se los acaricio yo,
Aunque
no alcances para cortarles las hojas heridas por el tiempo
yo
estoy para cortarlas…
Y
estoy para contarles, mientras rocío sus hojas,
que
tuve una viejita que las amó mucho,
que
era hermosa como son ellas
y que todos los días, a pesar de mi tristeza,
sigo
sintiéndola en sus perfumes…
…dándome
sus bendiciones.
Simón
Oliveira
17
de agosto 2013
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