lunes, 5 de julio de 2010

LA CANCIÓN DE UN BRAVO PUEBLO" 2010


A ella la parieron los Dioses,
hace ya muchas centurias;
la sembraron muy adentro de nuestras gargantas
y nos dieron el poder de crear los instrumentos para acompañarla.

Gracias a ella el padre sol
lanzaba sus dorados rayos sobre la mazorcas
y estas germinaban el “maná”
que alimentaba a los hombres y mujeres del maíz.

Con ella se dormía al hijo pequeño
“Chupador de pezones”
y con ella se marchaba el hijo viejo
buscando crear su memoria.

Era parte de nuestras cosechas,
de nuestros nacimientos y de nuestras adioses.

Con ella se soñaban amores
y también se lamentaban las pérdidas;
con ella se sentía la vida
y también se cantaban las muertes.

Y un día,
densos nubarrones llegaron de otros mares,
tuvo entonces que correr
por las riberas de los sagrados ríos,
adentrarse en nuestras selvas,
subir a las alturas de nuestras montañas andinas
y desde esa cumbre
montarse en el lomo del cóndor gigante,
para huir del trueno del arcabuz español
que invadía nuestra tierra.

Desde allí, oculta por las nubes, vio incrédula
como de las grandes casas que navegaban,
bajaban multitudes que manchaban la cobriza arena
con ébanos reflejos.

Era el esclavo negro
que de esa forma lo encadenaban a nuestra tierra,
mezclándonos sus creencias.

Durante mucho tiempo
se escondió en el alma de nuestros pobladores
y anidando regresos, de vez en cuando se convertía
en grito de angustia y dolores.

Algunas veces se entraba
en las gargantas del negro fugitivo
y hacia retumbar las “cumbes”
acallantando a las guacamayas y a los araguatos.

En otras se mimetizaba
entre los pliegues de la ropa del blanco criollo
y se volvía plegaria ante los altares
de Dioses extraños.

Pasaron los siglos y un día mientras dormitaba,
escucho muy adentro un grito nuevo
que le hablaba de libertad.

Despertose con alegría
y bajando de las montañas,
cruzó las intrincadas selvas
y nuevamente remonto los ríos,
para encontrarse con el campesino
domador de chubascos,
con el pulpero y la comadrona;
y junto al negro cansado de tanto vejamen
y al citadino criollo y liberal,
formar un ejército de corazones
llagados de tanta injusticia.

Y así fue que la antigua canción de cuna
se calzó los pantalones largos,
llevando en una mano la lanza del guerrero
y en la otra la pluma del letrado
logró, aún preñada de lágrimas
por enterrar a sus muertos,
salir airosa de las mil batallas
para convertirse entonces
en la: Canción del Bravo Pueblo.

Simón Oliveira
Julio 2010
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