viernes, 25 de diciembre de 2009

Para todos una Feliz Navidad (F.Maduro) 2009

Dibujo: Francisco Maduro

Absuelto el niño Jesús

Hasta las generaciones de los cincuenta del siglo XX y quizás algo más acá, para los que vivimos la infancia de aquellos años en nuestras vidas, tenía vital importancia la presencia del niño Jesús, porque era la entrega de cuentas, el balance de las ganancias y pérdidas durante todo un año, eso en lo referente a nuestras buenas y malas acciones y la compensación material, tangible, de nuestro comportamiento desde la navidad pasada.


Muchos niños con tristeza decían que el niño no sube a los cerros, otros ya sabían de su inexistencia y callaban, pero algunos sufrían mucho cuando otros compañeros de clase o niños más curtidos por la vida terminaban con aquella fantasía.

Se daban casos donde muchos reclamaban a sus padres el por qué los tuvieron engañados por tanto tiempo, cuando les prohibían que mintieran y justo ellos, sus padres, habían sido cómplices de ese engaño colectivo.

En mi caso personal vengo de una familia muy cercana a los hechos concretos, aunque sin embargo en casa seguían la costumbre del niño santo, pero no había regalos al pie del arbolito, que siempre era pequeño y a veces solo una rama natural pintada de blanco, era al despertar cuando encontrábamos los juguetes junto a la cama o debajo de ella.

Recuerdo claro que le escribí la carta y la puse en mis zapatos y vi con dolor como mi pedido no tenía que ver con lo que recibí; y a viva voz le dije a mamá y a los abuelos, cuando en su presencia destapaba los regalos y ellos festejaban en la cena de navidad…

… “¡Pero este niño Jesús siempre se equivoca!”
“Se lo escribí bien claro que yo quería un carrito para montarme y manejarlo yo y le dije que era azul y estaba en almacenes “Talo” y me trae un camión de bombero pequeñito,…y el año pasado le pasó igual”.

Sin embargo nos conformábamos por que podíamos jugar con los juguetes de los hermanos y amigos.


Una noche vi a mamá que colocaba unas cajas de color verde sobre el escaparate donde no alcanzábamos, allí estuvieron durante algunas horas hasta la media noche del 24 de diciembre.
Pero en aquella familia a todo se le buscaba una explicación.

Y también yo tenía la curiosidad de saberlo todo y aclarar otras dudas, me preguntaba ¿por que donde hablamos español llega el niño Jesús, pero en otros países de habla inglesa viene San Nicolás?, o es que acaso los dos traen juguetes a todos, y si es así, entonces: ¡A mí me debe regalos San Nicolás!… ¿o será que se dividen las tareas?

Ahora bien si todo es mágico y el niño santo trae juguetes igual que San Nicolás ¿Donde los trae y por que el niño Dios no tiene una bolsa? y ¿de qué tamaño es para traer tanto juguete.
Finalmente llegue a la conclusión de que eran mágicos, y pensando en eso, cerré la ventana del cuarto y la puerta; ¡Aja! Ahora vamos a ver por donde entraba el niño, debe atravesar las paredes porque es un santo, Pero de forma inmediata, mamá no me dejó por qué con el cuarto cerrado ella no hubiese podido entrar.


Sin embargo otra duda me preocupó. ¿Y si entonces no viene por estar las ventanas cerradas?

¡Que va! Mejor después mañana todo esto se lo preguntaré al abuelo Pancho el me lo aclarará todo.

Cuando vi las cajas de color verde bajo la cama y me di cuenta que ya no estaban las de arriba del escaparate se lo dije a mama:
“¡El niño Jesús no existe!... ¡porque estas cajas de regalo tu las tenías arriba del escaparate!”

Pero inmediatamente quien me respondió fue mi abuelita:


“¡Claro que el niño Dios existe! No ves que él ayuda a tu mama a tu abuelo, y a todos nosotros a que nos vaya bien en diciembre para comprarles los juguetes a ustedes, el niño Dios ahora está aquí en esta casa, no lo vemos pero está, es por eso que todos nos queremos más en la navidad”.

Quedé conforme con las repuestas y con los abrazos y besos de mamá abuelita, el abuelo Pancho, mis tías y tíos y por mi cuenta perdoné al niño Dios por equivocarse y no traer la navidad pasada y aquella los regalos del tamaño que yo lo pedía, al fin y al cabo no era culpa suya sino de mamá y yo bien sabía que en casa en ocasiones el dinero no alcanzaba.

Quedé tranquilo sin traumas, había tanto amor en el seno familiar que hoy entiendo que tenía razón la abuela Inés, el niño Dios estaba allí con todos nosotros.

Francisco Maduro.
12/2009