martes, 22 de marzo de 2011

Tiempos de Recuerdos (10ava parte) Recomenzar y adios...

Tiempos de recuerdos
Parte X (Recomenzar y adiós)

...Dos de mis amigos, se me perdieron en un atajo.
Y yo aquí lamentándome siempre…


Beltrán, una mañana, me llamó por teléfono, lo traían de emergencia al Hospital Universitario; días antes había tenido un accidente con una moto que acababa de comprar, y hoy presentaba un fuerte dolor en las piernas que le impedían caminar, no se veía mal, estaba contento y hablamos largo rato de mil tonterías y planificando un nuevo viaje.


Luego de los exámenes le colocaron un calmante y le dieron de alta, todavía le costaba afincar las piernas, lo llevé en silla de ruedas y lo acostamos en la parte trasera de un jeep; luego de un largo abrazo le dije:


¡Coño pana, recupérate pronto!... que tengo tiempo que no me coloco un casco de parrillero.


Al otro día lo llamé en la mañana para saber cómo estaba…y su hermano me dijo que había fallecido…


Logré llegar al cortejo, lo lloré junto a su madre, pero no quise verlo acostado en la urna…


El otro fue Rey, un día regresaba con su equipo, de unas “tomas” en Santa Teresa y en la autopista del centro la camioneta que manejaba perdió un caucho, saltando la isla y cayendo del lado contrario sobre otro vehículo.


Tampoco quise verlo en su féretro…


Aún hoy los recuerdos, haciendo caminos, el uno montado en una Honda “gris” 650cc y el otro con una cámara recostada de su hombro…ambos con la mano levantada, cómo diciendo adiós…


… y pronto nos veremos…


Me senté en mi vieja silla de cuero, no recuerdo de donde salió, pero me parece que siempre ha estado conmigo, a lo mejor era de mi suegra…tan poco sé si la robé o me la dio… en fin, ya no importa.


Busqué el único vaso que hay en mi habitación y tomé la vieja botella de hace un año, comencé a acariciarla, estaba medio vacía…como mi vida, como mi alma, como esas memorias que poco a poco voy recuperando.


Me provoca servirme un trago…pero no, no lo haré, aun siento el frio acumulado de las tantas noches de dormir en aceras y brocales.


…Todo empezó con alegría, primero fueron el acompañamiento por cortesía del trabajo recién terminado, luego el compartir de los amigos para pasar un buen rato en cualquier sitio… ellos se marchaban y yo iba prolongando el tiempo de partida.


Luego me huerfané de los amigos y fue el beber solitario, ya no importaba el trabajo, la familia, la salud…y la razón.


La calle se me impuso, cuando podía, lograba rescatar las sobras de cualquier recipiente, interpuesto en mi camino…


…Hasta el día que confundí el darle un beso a una hermosa sirena, por pegarle la cabeza al capó del vehículo que venía en marcha.

Después de cuatro meses hospitalizados, rectifique mi pobre existencia, busque un trabajo y rempujé mi solitaria vida…


Coloqué la vieja botella en su lugar, ya no la culpo de mis tristezas, de mis olvidos…de mis desganas…se ha convertido en un recordatorio.


Dejo ya de divagar entre recuerdos, miro el reloj…


¡Coño! Son las cinco de la mañana…


Abro la ventana y el aire deja colar un frio que suena a pachanga, a baile, a contentos desbordados, a disfraces de todos colores…


Comencé el 1ro de diciembre, era navidad y me sentía como una piltrafa, llena de huecos vacios.


Ya hoy pasó el carnaval y esos huecos se llenaron de alegrías, de remembranzas que aunque pasadas, son parte esencial de mi existencia.

Algo ha cambiado en mi espíritu y por lo tanto en mi nueva etapa, mi irrespeto por la vida y el abuso de la bebida de mi pasado cercano, me envolvieron en penumbras.


Pero el retomar mis reminiscencias, me han acercado a una nueva realidad… y ella es cambiar, dejar el disfraz que me puse años atrás de quejumbroso, solitario y vencido.


Ahora, antes que todo, a tomar un baño, luego buscar un nuevo trabajo…


Cuanto antes debo dejar ese odioso trabajo de vendedor de funerarias y ataúdes.


Debo buscar otro empleo o quizás…
¡Trabajar por mi propia cuenta!


¿Pero en qué?...


Tal vez como “mimo”…
...Siempre me ha gustado el teatro…

¿Y por qué no?

En una plaza…
Llena de gente…
Con niños corriendo.
Con carcajadas y risas por doquier….


Fin……Al fin.

domingo, 20 de marzo de 2011

Tiempos de Recuerdos (9na parte) El despido

Tiempos de Recuerdos
Parte IX (El despido)

Luego, Beltrán cambió la moto por un Volkswagen y yo compré una gran carpa, los viajes se hicieron más familiares, por lo tanto menos arriesgados…


…recreando aquellos viajes, mis ojos se posaron sobre una vetusta máquina de escribir que aún funcionaba, nunca quise deshacerme de ella…


¿Cuantos oficios, informes y comunicaciones golpetearon sus tipos?


¿Cuantas cartas y poemas soportaron sus teclas?


Era una “Olympia” y fue uno de los regalos que me entrego el Dr. Tirado cuando me despidieron del trabajo:


Un día me citó Leopoldo a su despacho y llamándome “Licenciado” (cosa rara porque siempre nos tuteábamos), me comunicó que estaba despedido, “sabía que yo estaba echando unos tiritos por mi lado”, me dio un cheque cuyo monto era más alto de lo que yo había calculado y entregándome una de sus tarjetas, me dijo: “Llégate al edf. “Ambos Mundos”, al lado de la Plaza Bolívar, y en el piso 5 buscas el bufete del Dr. Ramírez, ya conversé con él y te va a alquilar un cubículo para que pongas tu propia oficina… ¡ah! también hablé (y me mencionó 4 empresas a las que les trabajábamos), para que le sigas trabajando por tu cuenta...


…Y ¡Coño! no me quedes mal…”


Y un abrazo coronó mi despido.


Por supuesto Beltrán se fue conmigo y busqué, para acompañarnos a dos amigos de mi infancia, como socios: Alfonso Martínez, como vendedor y Rey González como secretario.


Al mes contábamos con catorce clientes. Alfonso siempre me decía “Yo los consigo y tú le trabajas”.


En cuanto a mis antiguos jefes, siempre nos reuníamos a almorzar y muchas veces nos fuimos a pasar unas vacaciones en “Madre Vieja”, su finca de Clarines.


Además de la amistad los cuatro teníamos algo en común, nos gustaba el baile; no perdíamos presentación alguna, cuando se trataba de la “Salsa”.


Alfonso ya tenía los santos y esto nos hacia más fácil entrar al mundo de la guaracha y el son, donde la mayoría de los cantantes son santeros.


Nos convertimos en asiduos visitantes del poliedro; casi nunca pagábamos entradas y cientos de veces fuimos a parar a los camerinos de los artistas.


Recuerdo en especial a Barreto, tocando sus cueros con la venda de las manos cubiertas de sangre y el tipo sin darse por enterado; otra fue cuando conocí a Cheo Feliciano; luego, algunos años después, lo vería nuevamente cantando en casa de mi madre, con mi hermano y la Rondalla Venezolana. Esa noche terminaban de grabar su primer disco, juntos, y decidieron llevarle una serenata a mi vieja.


Algo que me impresionó fue con Ismael Rivera: el negro estaba detrás de la tarima del poliedro y Alfonso, que ya era padrino, se le acercó, luego nos comentaría que “el Maelo estaba llorando porque ya la voz no le alcanzaba para el canto.


Pasaron algunos años y cambié la oficina para Caricuao, y mis panas siguieron sus propios caminos…


Beltrán se mudo de Caracas para Santa Lucia, allí formó una bonita familia, me vendió el Volkswagen (que ahora tenía un flamante color rosa) y nunca logré manejarlo (hasta esta fecha no he aprendido a manejar sincrónicos).


El compró una camionetica de pasajeros…


Alfonso decidió vender publicidad y logró tener una excelente carpeta de clientes…y Rey se fue para la televisión como camarógrafo.


Sin embargo siempre nos reuníamos para compartir reuniones más cortas…y cervezas más largas.


Nuevamente tomé el casco colocándolo con cuidado al lado de la máquina de escribir…