domingo, 18 de agosto de 2013

Bendición Mamá


BENDICIÓN MAMÁ
 
Madre, está lloviendo…
Como no recordarte a cada instante
si habitas en mi pensamiento…
 
Hace poco fue mi cumpleaños
en cada uno de ellos, qué  ya son bastantes,
y apenas saliendo el sol,
llegabas silenciosa a mi habitación,
yo me hacía el dormido
y dejaba la puerta medio abierta para escuchar tú canto:
“Estas son las mañanitas que cantaba el Rey David…”
tus brazos en alto como también cantándole a Dios…
y luego tú abrazo, acompañado de un beso,
y las palabras:
“Que el Señor te colme de bendiciones.…”
hoy, la tristeza y tú recuerdo lo han convertido en lágrimas.
 
Madre: que largos se hacen los escalones
Cuando es solo tu recuerdo el que me acompaña…
 
…y pensar que durante años,
además del cansancio sin quejas,
llevaste sobre tus hombros
la ausencia de aquel viejo cumanés
que pasaba noches enteras
sobándote la espalda adolorida
del trajín cotidiano.
 
Ahora, que no te encuentro,
te entiendo cuando me decías,
con tu voz campesina:
“Sabes hijo, anoche soñé con Domingo,
lo vi un poco flaco… ¿será que no come bien?
…pero aún conserva su pícara sonrisa,
le hable de tus hermanos
y les mandó su bendición.
…luego hijo, se me fue alejando con la mano en alto
como quien dice hasta pronto,
mientras sus dedos dibujaban en el aire un corazón…”
 
Y en tu conversa, tratabas de ocultar tu rostro
para no mostrarme la lágrima
que se paseaba por los pliegues de tus ojos.
 
Madre:
Como me pesa tu ausencia
en esta casa tan grande…
 
Hasta hace poco hablábamos
sobre el color de las paredes,
recuerdo que te encantaban
el marfil y el blanco;
en cambio a mi me gustaban los verdes...
… y hoy esas paredes
se cubren de moho
y se escarchan por los sollozos
que se anidaron en ellas.
 
Madre:
Que inmensa es la soledad
en esta solitaria casa…
 
Ahora, en la mañana me  levanto
como sonámbulo,
persiguiendo la fragancia
con que inundabas de amor toda la casa,
bajo las empinadas escaleras,
que tú con tu paciencia,
subías y bajabas todos los días;
abro la puerta y me encuentro con una cocina vacía,
y el polvo acumulado por tu ausencia
me susurra:
“no, ese aroma no es el café de tu madre”
…entonces caigo en cuenta
que el olor proviene de la vecina
que sin querer
fabrica mis lágrimas mañaneras.
 
Madre, está lloviendo.
Que triste es la tristeza
cuando se hace permanente…
 
Preparo un agua que apesta a café
y me hago acompañar por ella,
voy copiando la rutina de todos tus días:
abro la puerta de los dormitorios
y veo perfectamente las camas tendidas,
acobijadas de polvo,
sin el sudor de una arruga
que indique el calor
de un cuerpo amanecido.
 
Tus armarios están vacíos,
tu hermosa ropa de fiesta que cuidabas tanto,
se fue de viaje…
 
Y sonrío al recordarme de aquella gatita que parió en tu closet,
sobre las sábanas limpias  
tu primera impresión fue de molestia
…y terminaste cuidándola durante dos meses.
 
Madre:
Como no atragantarme de sollozos
por culpa de tu ausencia.
 
Bajo hasta el patio para regar las plantas,
y recuerdo lo común que era
discutir sobre la belleza de tus flores.
…Y todo porque a mí no me interesaban…
creía que había otras cosas más importantes.
 
Me recuerdo tu insistencia con las orquídeas
y mi pretexto de no regalártelas
pensando en lo costoso que eran.
…Que triste es pichirriar el cariño.
 
Y hoy,  en un gesto tardío de “discúlpame”…
todas las ventanas están llenas de ellas,
los tiestos de flores se recuestan en cada uno de los escalones,
y lo que es el patio, todas las mañanas se tiñe de fiesta,
retozando los verdes con los rojos, los amarillos con las avispas,
y la lluvia salpicando juguetona sobre sus tiesas hojas
haciendo un suave murmullo
llenando de arco iris el baile de las abejas.
 
Madre, está lloviendo
Y estas son tus  flores.
Aunque no estés para mimarlas, te las mimo yo,
Aunque no consigas acariciarles sus pétalos, se los acaricio yo,
Aunque no alcances para cortarles las hojas heridas por el tiempo
yo estoy para cortarlas…
 
Y estoy para contarles, mientras rocío sus hojas,
que tuve una viejita que las amó mucho,
que era hermosa como son ellas
y que todos los días, a pesar de mi tristeza,
sigo sintiéndola en sus perfumes…
…dándome sus bendiciones.

 

Simón Oliveira
17 de agosto 2013