Elba Sierra |
Hay cosas que son difíciles de aceptar, una de ellas es tu partida…
Hermana dame tu bendición, donde quieras que estés.
Te amo….
Y aquí te dedico estas palabras…
"PARA ELBA SIERRA"
“Contaba con cinco años…
… y sus manos estaban siempre dispuestas a limpiar de sucios y tremenduras mi magullado cuerpo.
Sus brazos se me hacían almohadas para suavizar mi cansancio y sus labios muecas chistosas para hacer reír mi tristeza.
Compañera de juegos, evitadora de mis accidentes, constantemente a mi lado protegiendo mis sueños de fantasmas y aparecidos; siempre midiendo con milímetros el crecimiento de mi niñez.
Un día se marchó para armar su vida y me huerfanó de su presencia, el arrullo de su voz se me hizo olvido y las dudas entraron en mi alma.
Pasaron algunos años y sus consejos me encontraron al comienzo de mi adolescencia…
¡Cuídate!...
¡No te metas en líos!
No hagas esto... ¡Y menos aquello!
Y un “está bien hermana” trataba de ocultar el fastidio del regaño.
Luego le vinieron los hijos, unos blancos y otros negros, unos grandes otros pequeños, que llenaban su casa de risas, gritos y tremenduras…
Y allí también me acomodo un espacio de bienvenida.
La tomé como apoyadora de mis escapadas liceístas, alcahuetadora de mis primeros romances y consoladora de mis muchas desilusiones.
Era pequeñita su casa, pero vivía llena de visitas que buscaban reparar el alma y el cuerpo, no había niño con dolor de barriga que no calmara un buen rezo, no había tristeza que no aliviara un consejo.
Nuevamente se me escapo por la grietas de mi madurez; sus cosa y las mías se marcharon por rumbos diferentes…
Hasta apenas hace poco, nos encontramos nuevamente, ambos montados en el tiempo de la vejez; cuentos y chistes volvieron a alentar mis sentidos… pero la azúcar, envidiando su alegría, le había abierto un hueco por el que se le escapaba la vida.
Y la vi restándose agrados, la comida, las visitas y las salidas, de las que tanto disfrutaba, tuvo que alejarlas; las dolencias comenzaron a hacerse presente, las pastillas y las inyecciones empezaron a llenar todos sus espacios.
Sin embargo a veces su risa se apropiaba del minuto breve sin dolor y nos la entregaba plena para hacernos sentir seguros que todo se arreglaría…
Pero fue desmejorando y el dolor se fue apropiando de todo su tiempo, los medicamentos se adueñaban de ella, ocultando su risa y su palabra.
Y la casita empezó a hablar en murmullos.
Y nuestras caras se escondían ocultando las lágrimas.
Y a los nietos se les pidió silencio.
Y una oscurana se nos metió en el alma…
…Ayer el aire me trajo olores de tristezas.
…Ayer una llamada cambio el placer de mi domingo.
…Ayer alguien, que no recuerdo quien, le grito a mi alma
“¡Tío se murió mamá!”
Y nuevamente sus manos se me huyeron…
¡Ay Señor!
Quien podrá, ahora medir mi tristeza.