Hay dias (5ta) |
Casi todos esperamos las vacaciones de la Semana Santa, la mayoría para huir de las kilométricas colas de nuestra ciudad… e ingresar a las interminables colas de las carreteras, bien sea para recibir los despojos del agua que antes era limpia y en esos días se vuelven las cloacas de todos o irnos al campo para, si no tenemos suerte (o previsión), pernotar en el carro, orinar en el monte y pasar el resto de los días buscando donde comer “más o menos” bien.
Los menos, nos conformamos en disfrutar de una ciudad más tranquila donde podemos, sin empujar o ser empujados, visitar los parques y plazas, e incluso con cierto orden visitar los siete templos.
¡Ah! Y con un poco más de tranquilidad, ya que los ladrones (en su mayoría), también se fueron para los sitios con mayor afluencia de ingenuos.
En mi caso, tuve que decirle adiós a las vacaciones, ya que la nueva cita coincidía con el principio de la Semana Mayor.
Bueno pensé, aprovecharé ese tiempo para recuperarme de la operación, y si me es posible pintar algo. Pero sobre todo no tendré que faltar a las clases.
Esta vez llegue un poco más tarde al hospital, venía preocupado pensando que, seguramente no tendría la suerte de la anterior semana en cuanto al cuarto privado, lo más probable es que me ubiquen en cualquiera de las habitaciones compartidas, y eso se vuelve un problema, porque no sabes quién será tu acompañante y quiénes sus visitantes.
Cuando llegué, una voz extraña pero de sonido agradable, me dijo:
¡Mira Simón!, Soy tu compañero de cuarto”
…su nombre: Rosendo, 81 años acuesta, gallego de la época franquista y poseedor de un millón de anécdotas que hicieron mi estadía mucho más agradable; de hecho esa noche nos acostamos tarde y pude conocer parte de la niñez y de cómo llegó a Venezuela, mi nuevo amigo.
A las cuatro de la mañana, llegaron las enfermeras para prepararnos, nuevamente, para la operación
Por cierto es impresionante la conducta de las enfermeras, hablo de la diferencia entre las veteranas, que gracias a las oportunidades de estudio pasaron de “enfermeras auxiliares” a Licenciadas, y las recién graduadas, que demuestran una falta de “experiencia” enorme. Sobre todo donde se palpa esa diferencia es al colocarte la vía endovenosa.
La enfermera que me tocó esa vez, pensaría que yo era un alfiletero; como en cuatro ocasiones peló las venas, gracias a que una de las veteranas pasó por el cuarto a despedirse y notando la cantidad de adhesivos que cubrían el brazo, tomó la decisión de auxiliarme, en un solo pinchazo tomó la vena y me colocó mi vía; claro, esto sucede muy a menudo cuando el paciente ha sido visitante asiduo para la quimioterapia, donde las venas se endurecen de tantos pinchazos.
Nuevamente en ayuna, fuimos afeitados, las botellas de suero conectadas a nuestros brazos y con la mini bata como complemento, nos tocó esperar al camillero que nos subiría al quirófano.
Ya como a las diez de la mañana, empecé a preocuparme, pensando que tampoco esta vez sería operado; en efecto como a las cuatro de la tarde, se acercó al cuarto la doctora cirujano para comunicarnos que “la operación fue suspendida” porque no había anestesiólogo.
Comentándolo más tarde con Rosendo, llegamos a la conclusión de que este profesional (anestesiólogo), no quiso perderse sus días de asueto y se marchó a vacacionar dejándonos solos con las anécdotas de dos pacientes… con mucha paciencia.
Además nos quedamos presos en nuestras casas, ya que la doctora nos dijo que esperáramos su llamada… cualquier día de la semana.
Total a quedarse en casa y esperar…