martes, 9 de marzo de 2010

La Clase del Jueves (Simón Oliveira) 2010

Imagen: Simón Oliveira
La Clase del Jueves

El piano como siempre suena suave y hermoso.


Ella acaricia las teclas como quien acaricia un cuerpo desnudo; yo sentado en el sillón, pescando la nota discordante de una tecla que suene nerviosa…
Pierdo mi tiempo, las ondas sonoras semejan el agua serena que se encima en la arena, sus pies menudos soban el pedal… la imagino caminando por la playa dejando una efímera huella menuda, que el mar con envidia me la borra.

La música se detiene y abro los ojos.
Un “como le pareció” demasiado alegre penetra por mis venas desequilibrando mis sentidos.
“Un poco mejor”, contesto y maldigo el enrojecimiento de mis emociones.

“Pero debe practicarlo mas” y me siento estúpido porque mi voz silente le grita
“¡es perfecta tu música, son hermosas tus manos y tu cuerpo un vendaval que alebresta mis deseos…!!!” y temo que descubra en mi rostro la tristeza de mi ruego, la súplica de este absurdo sueño.

Lentamente se levanta acomodándose su blusa, que sin querer me deja ver una cintura pequeña, casi frágil… y me parece que una sonrisa pícara se dibuja en su delicado rostro.

Son las seis y la clase se termina.

Un beso suave moja mis mejillas y el “hasta luego profe” retumba en mis oídos como terrible sentencia… seis días de ausencia.
Mi voz tratando de enderezar mis ganas le contesta “Hasta el jueves señorita”… y aquella pícara sonrisa queda suspendida en su perfume.

Cierro la puerta y la soledad me habita de nuevo; trato de tomarme un café y termino con un vaso de whisky.

Al fondo el concierto de Tchaikovski. Las notas hirientes del violín me recuerdan mi vergüenza, gritándome cobarde…

Y la noche se me acerca como siempre, solitaria y huérfana de compañía…

Ojalá y mañana fuese jueves…
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Las notas se esparcen como avisos de neón sobre la sala.

Hasta aquí me llega su varonil perfume y pienso en una piedra de granito que soporta la envestida de mi agitado mar.

Mis manos bailarinas rozan el teclado pesando en sus caricias.
De reojo miro su rostro y mi cuerpo tiembla como queriéndose achicar y entrar por sus rendijas.
Ojalá mi música lo arrope con mis gritos de deseos.

Sin querer mi blusa se levanta y creo sentir sus pupilas penetrando mi cuerpo.

Termino la pieza y le pregunto ansiosa de sentir sus brazos
“como le pareció Profe”, y a pesar que un rubor se esparce por su cara, un seco “Esta Bien” retuerce mis oídos.

Me molesto, esperaba un
“¡Te faltó esto!”…y sus manos levantándome en vilo, sintiendo un escozor en todo mi cuerpo, me estrellan contra el piano penetrando mi alma.

Son las seis y la clase se termina.

Una lágrima se cuela entre mis labios y su mejilla,
“hasta el jueves mí profe” y le marco con antojo mi propiedad… y el estúpido cobarde me deja ir sin ponerle cárcel a mis ansias.

Cierro la puerta del taxi y mi cuerpo lucha por volver atrás…

Ye estoy de regreso en mi casa y me enfrento sin ganas a la bulla de una familia feliz, me río un poco y subo a mi habitación. Allí soñare aletargada hasta la próxima clase…

Ojalá y mañana fuese jueves….

Simón Oliveira
07/03/2010.