LLueve... |
Miro el reloj, marca las cuatro y media de la mañana, estiro mi mirada hacia un lado y mi pequeño de tres años tiene los ojos abiertos, al verme su sonrisa tierna deja salir mi nombre: mamá.
Me levanto todavía soñolienta y lo tomo en mis brazos…
“¡Epa!”, le digo, “¡debo cambiarte el pañal porque huele a fuuú!”
Y exageradamente arrugo mi nariz, mientras Manuelito se ríe a carcajadas.
Aprovecho y llamo a Samuel para que deje el sueño a un lado y empiece a vestirse.
Comienzo a preparar el tetero y me doy cuenta que casi no tengo leche para el bebé y solo me queda un poco de queso para untarle el pan a Samuel.
- ¡Samuel apúrate que se nos hace tarde…!
Y él molesto me responde
- ¡Mamá déjame dormir! ¡Ayer suspendieron las clases por la lluvia…!
- ¡Lo sé y no me importa!, sabes que no te voy a dejar solo en el rancho… voy a hablar con la comadre a ver si puede cuidarlos a los dos.
Mientras los niños se desayunan, yo recojo los “coroticos” que vendo en la calle, rogándole a Dios, que pare esta lluvia y me ayude a vender algo, para comprar un poco de comida.
Ya en la puerta miro hacia el cielo, apenas son las seis de la mañana y unas nubes oscuras se sientan sobre el horizonte… Un dejo de preocupación se me mete en el alma.
Dejo los muchachos y me preparo para bajar los interminables escalones que me llevan a la parada de autobús; una garúa fina nuevamente envuelve mi cerro, abro el paraguas y sendos riachuelos que se formas a los lados me acompañan mientras bajo, con cuidado, las escaleras.
Tardo en llegar a la parada, las gotas finas se han convertido en lluvia, somos muchos los que esperan, como puedo me meto a empujones en el autobús y casi se me caen las bolsas con los corotos, gracias a señor amable que me sede su puesto, puedo evitar caerme con todo y bulto.
Llueve a raudales, otro día perdido… y la neverita vacía.
Un tufo a sudor rancio va llenando el autobús, todos los vidrios están cerrados y el respirar se nos dificulta; el chofer lleva la radio a todo volumen y afuera una tremenda cola me secuestra dos horas de mi vida.
Las sirenas y cornetasos de los carros y las ambulancias, luchan entre sí para ver quién puede volvernos locos.
El reggaetón y las noticias comienzan a mezclarse…
“…Mamucha te espero en esta esquina cerca del bar o me muero de agua por el aguacero o me muero de alcohol sin tu cariño…”
- Varias casas, quedaron tapiadas en “El Valle”…
- Están desocupando a los habitantes de “La Dolorita”, ante el temor de venirse abajo el cerro.
“…Mira mamita, no me dejes ahora, ábreme tu corazón para convivir contigo, no quiero sentirme como un refugiado…”
- Hasta esta hora van más de treinta mil damnificados en todo el país.
- Se esperan lluvias torrenciales durante más de 24 horas.
...Voy maldiciendo los minutos que pasan, debí quedarme en el rancho con los muchachos… Estos son los momentos en que me arrepiento de haberme escapado de mi pueblo, allí al menos tenía a mis padres…
Las noticias siguen
- La quebrada Anauco y la de Maripérez se han desbordado, se desconocen el número de desaparecidos.
...Y tal vez hubiera conocido a un mejor hombre, que me cuidara y no habría tropezado con el maldito del “Rafucho”
- Se ha derrumbado parte de la autopista de “La Guiara”.
...Y mis niños tuvieran un Padre… y podrían cenar esta noche…
- El cerro “Papelón” se vino abajo y arrastro muchas de las humildes viviendas, con sus habitantes.
¡Coñoooo! ¡Mis Hijos!...
Como puedo salgo del autobús, dejo todo: mi cartera, la bolsa con los corotos y hasta mis zapatos…
¡Son mis hijos!...... ¡Dios mío cuídamelos!....
…/…
…Anita, mira cariño, te traje el periódico.
Antonio porque te levantaste tan temprano, si hoy es domingo.
Nena, me provoco caminar un poco y aprovechar este sol que al fin se deja ver después de varios días; quédate en la cama mientras yo te preparo un sabroso desayuno.
Está bien Cariño, te espero… voy a leer las noticias…
“Después de dos días de lluvia continua, los desastres han sido impresionantes, casi la mitas del país ha sido testigo de la tragedia ocurrida, las carreteras y autopistas están cerradas, pero algo curioso sucedió durante esas 48 horas, de las cientos de víctimas que se sucedieron durante la vaguada, solo dos fueron por arma de fuego y una señora que murió atropellada al lanzarse de un autobús en marcha…
También hubo milagros dentro de tanta tragedia: el cerro “El Papelón”, se vino abajo llevándose las cincuenta casas que formaban el barrio, los bomberos trabajaron con mucha cautela en la búsqueda de sobrevivientes, ya que la mayoría de esas viviendas tenían bombonas de gas que quedaron tapiadas; al final de una tarde llenas de cuerpos sin vida y temiendo por la posibilidad del estallido accidental de algunas bombonas, los bomberos y defensa civil determinó que se debería detener por hoy la misión de rescate, para continuarla mañana…
Mientras los últimos bomberos y rescatistas bajaban con cuidado, uno de ellos escucho un quejido, enseguida los demás se acercaron y a pesar de la oscuridad, comenzaron a remover los escombros, sacando con vida a dos pequeños niños de 3 y 12 años de edad….”
Simón Oliveira.
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